El maravilloso secreto del violín y de sus cuerdas


Es tan grande la utilidad de los instrumentos de cuerda para el arte de la música, y es tal el interés que, de un modo general, ofrecen los efectos producidos en las cuerdas tirantes, que el asunto ha sido estudiado con muchísimo detenimiento. Si fijamos la atención en la manera de manejar un violín veremos que hay tres circunstancias que determinan la rapidez con que vibra la cuerda.

Observamos, en primer lugar, que las cuerdas que corresponden a las notas bajas son más recias que las correspondientes a la altas. Esto es debido a aquella ley según la cual las vibraciones de una cuerda pesada son siempre más lentas que las de una cuerda ligera. El peso o masa de una cuerda depende en parte de la densidad del material y en parto de su grueso o espesor. En segundo lugar, observamos que el efecto producido depende del grado de tirantez a que están sometidas las cuerdas.

Cuando el violinista afina su instrumento, aprieta o afloja las llaves que determinan dicha tirantez Cuanto más tirante se halla la cuerda, mayor será el número de vibraciones que efectúe en un segundo, y más alta la nota producida. Si aumentamos la tirantez cuatro veces, la cuerda vibrará con doble velocidad; si la aumentamos nueve veces, el número de vibraciones será tres veces mayor, ya que 4 es el cuadrado de 2, y 9 el cuadrado de 3. Ésta es la ley que rige.

Se observa, por último, que el violinista, al tocar, mueve constantemente los dedos de la mano izquierda, con los cuales oprime las cuerdas. Ésta es sencillamente la manera más cómoda de modificar la longitud de ellas, pues cuando oprime la cuerda en un punto determinado, el resultado viene a ser el mismo que si esta cuerda terminase en dicho punto.