Una cadena que al girar se pone como un aro de acero sólido


Consideremos ahora con más detenimiento lo que eso significa. El tamaño de las cosas suele aumentar cuando se calientan, de lo cual se desprende que una parte, por lo menos, de ese tamaño depende del calor, o sea del movimiento. ¿Acaso no podría ser que los mismos átomos o moléculas de la materia debieran su existencia al movimiento?

Hay muchos experimentos -y su número aumenta diariamente- que parecen indicar que así es efectivamente. Podemos mencionar uno de los más notables entre ellos y deberíamos aprovechar cualquier ocasión que se ofreciese de presenciarlo. ¿Es posible que la dureza y rigidez de un objeto sean debidas sencillamente al hecho de moverse? Si así fuera, habría motivos sobrados para suponer que el movimiento del éter pueda transformarse en materia, a la cual consideramos, desde luego, como una cosa dura. Pues bien; si tomamos una cadena cuyos eslabones, en estado de reposo, descansan en el suelo formando un montón, y conseguimos hacerla girar sobre sí misma con suma rapidez, se pondrá tan rígida como una barra maciza de acero y rodará como un aro hasta que cese el movimiento giratorio; caerá entonces otra vez al suelo para volver a formar el mencionado montón de eslabones. De ello se desprende que el movimiento de rotación adquirido ha sido suficiente por sí solo para comunicarle aquella rigidez.