La gran ley de la conservación de la energía según la cual ni la fuerza ni el movimiento se pierden nunca


Si tratamos de averiguar cuáles son las causas del movimiento, nos daremos cuenta de un hecho que constituye el descubrimiento más grande realizado por la Ciencia y al cual ya nos hemos referido varias veces en este libro, así como se refieren a él cuantos libros tratan de Ciencia. Este descubrimiento es el de que el movimiento, como todas las demás manifestaciones de la energía, no puede ser engendrado ni destruido por el hombre y los demás agentes naturales. Ya lo había presumido el primero de los filósofos griegos, Tales, hará cosa de 2.500 años, y se demostró de una vez para siempre en el transcurso del siglo xix.

Dondequiera que veamos un movimiento, sabemos que ha debido haber otro, cuya continuación es aquél, o bien que en algún otro punto se ha aplicado una fuerza para producir dicho movimiento. Cuando una pelota abandona la mano que la ha lanzado, su movimiento y la energía que representa provienen de la contenida en el azúcar de que se han nutrido los músculos del brazo. Y lo propio ocurre en todos los casos. Este gran principio, aplicable no sólo al movimiento sino a todo lo demás, tiene un nombre especial: se llama de la conservación de la energía, y nos dice que esta energía se conserva siempre; también debe entenderse, aunque no lo indique el nombre, que, según dicho principio, el poder del hombre y de los agentes naturales no puede crear energía partiendo de la nada.

Una de las cosas que lo ponen de manifiesto es la llamada primera ley del movimiento de Newton. Conviene que todos la conozcamos, pues es aplicable a cuanto nos rodea. Se le da con frecuencia la conocida denominación de ley de inercia.