De qué modo podemos averiguar si un objeto está en movimiento


Bastará considerar el movimiento aparente del cielo al par que gira la Tierra, o la dificultad que suele experimentarse cuando se trata de averiguar si se. mueve el tren en que vamos o el que corre por la otra vía, para hacernos cargo de que el movimiento de un objeto sólo se nota con relación a alguna otra cosa. La única clase de movimiento que conocemos es el movimiento relativo. Si hubiera en el Universo un solo punto capaz de pensar y no hubiese nada más en toda la extensión del espacio, este punto, claro es, podría moverse, pero es imposible imaginar de qué medio se valdría para darse cuenta de su propio movimiento, y aún mucho menos de cómo averiguaría la dirección de dicho movimiento o computaría su velocidad. Así, pues, todo lo que podemos observar es el movimiento comparado a algo que permanece en estado de reposo o que no se mueve del mismo modo. De manera que tal vez se mueve todo el Universo de estrellas; pero nadie puede saber si es así efectivamente, y en tal caso, qué velocidad lleva y cuál es la dirección en que se efectúa el movimiento. Si el suelo se mueve bajo las plantas de un hombre que corre ¿cómo vamos a determinar su movimiento? Y este principio se aplica por igual a los trenes, a las estrellas o a otra cosa cualquiera.

Nos hemos referido a un punto aislado en el espacio, que fuera capaz de pensar, y no a una persona; y el motivo es que hay dos clases de movimiento de que puede estar dotado un ser, del mismo modo que observamos dos clases de movimientos en un anillo de humo. El anillo, efectivamente, puede moverse en conjunto o bien hacer que sus partes giren y se tuerzan entre sí.

Asimismo podemos trasladarnos de un lugar a otro o dar vueltas sobre nosotros mismos, sin movernos del sitio en que estamos. Cuando permanecemos, sentados cómodamente en un sillón, no advertimos que en cada segundo, nuestro cuerpo, arrastrado por la Tierra, recorre varios kilómetros. El movimiento mediante el cual nos trasladamos de un lugar a otro, suele llamarse locomoción, lo cual significa sencillamente cambio de lugar, y a las máquinas que se emplean para producir ese movimiento se les da el nombre de locomotoras. Pero el nombre verdadero que debe darse a esa clase de movimiento es el de traslación, con lo cual se distingue de la rotación. Traslación significa literalmente “acción de llevar a otra parte”; rotación, según sabemos, significa acción de dar vueltas sobre sí mismo; y cualquier objeto puede estar dotado de uno de esos movimientos o de los dos a la vez. Cuando se tira una pelota, se le imprime con frecuencia, al mismo tiempo que el de traslación, un movimiento de rotación, del cual nos damos cuenta cuando la pelota cae al suelo o cuando vuela por el aire. En su carrera por el espacio, la Tierra está animada de un movimiento de traslación, y de un movimiento de rotación; éste produce los días y las noches. Cuando un cuerpo sufre una traslación, es difícil evitar que sufra también una rotación. Si dejamos caer una pelota o un libro por la ventana, difícilmente podremos evitar que dé vueltas mientras va cayendo.