Florencia, una ciudad que embellecen suntuosos palacios

La arquitectura del Renacimiento en Italia cuenta con dos ciudades que levantaron monumentos típicos: Florencia, a orillas del Arno, y Roma, a orillas del Tíber.

En la primera, la piedra, rústica en los pisos bajos y tallada en los altos, organiza los muros de palacios en que la desconfianza lleva a reducir el número de ventanas en su piso bajo. Esos edificios, frecuentemente de tres pisos, están coronados por una cornisa muy saliente y decorada, cuyos detalles recuerdan -como otros elementos ornamentales- a los órdenes antiguos que los romanos tomaron de los griegos.

Durante la Edad Media, en la proximidad de la plaza florentina llamada de la Señoría, se había construido un palacio comunal con caracteres góticos, llamado hoy el Palacio Viejo. Su presencia, en el conjunto urbanístico de Florencia, resulta un testimonio del estilo gótico anterior a la renovación renacentista, movimiento que, inspirado en las viejas formas de lo romano, había de crear una arquitectura con nuevo espíritu al servicio de las nuevas necesidades sociales.

Lo realmente novedoso de los palacios que presentamos fueron sus interiores: patios centrales, limitados por pórticos en que se dibujaban los arcos en semicircunferencia descansando sobre columnas; dan a esos pórticos ricas salas de techos artesonados, es decir, que forman sucesivas cajas, y decoran los muros pinturas y complementos escultóricos de grandes artistas.

Entre los palacios florentinos cabe señalar al llamado Pitti, obra del arquitecto Felipe Brunelleschi (1377-1446), una de las figuras más destacadas de su tiempo; el que conocemos por Rucellai, erigido por el cultísimo arquitecto y teorizador León Bautista Aiberti; el destinado a los Médicis, hoy llamado Riccardi, realizado por Michelozzo, y el conocido como Strozzi, que construyeron Maiano y Cronaca.

Para cerrar la serie antedicha recordemos que frente a la plaza de su mismo nombre se eleva la gallarda torre del palacio de la Señoría.