La edad de los metales y las artes menores que la caracterizaron


Después de la edad de la piedra vino la del bronce. El hombre había logrado importantes conquistas, como la del fuego y otras más que le permitieron pasar de una franca etapa nómada a un semisedentarismo.

Su régimen de vida durante la edad del bronce se transformó fundamentalmente: la domesticación de animales y la agricultura lo ataron en definitiva a la tierra, haciéndolo sedentario. El nuevo estado despertó en él necesidades que se tradujeron en otras tantas realizaciones de ingenio, como la canalización de las aguas y el riego de la tierra, en nuevos instrumentos de labranza y en el aprovechamiento de ciertos elementos que hasta entonces había despreciado, como el barro secado y endurecido, del que nació la cerámica, una de las conquistas que distinguen y dan relieve a la edad del bronce.

Las primitivas vasijas hechas con calabazas desecadas o troncos excavados fueron reemplazadas por otras de barro que primero secaron al sol y luego sobre el fuego del hogar. Un variado conjunto de vasos, escudillas, urnas y potes enriquecieron la vivienda, proporcionando a sus habitantes una comodidad de que no habían disfrutado hasta entonces.

A la practicidad de esta nueva conquista se agregó luego un interés estético que se tradujo en una mayor elegancia en las formas, como la de las ánforas; y en una decoración policromada o grabada en las paredes. Los dibujos a veces fueron geométricos y otras representaron animales o figuras estilizadas. También modelaron vasijas zoomórficas, es decir, con formas de animales.

Durante este período, la piedra fue reemplazada por los metales, pero nunca de manera absoluta. Con el descubrimiento y la aplicación de estos últimos se desarrollaron otras artes vinculadas, algunas de ellas, con las industrias de la metalurgia, como la orfebrería, por ejemplo, que nos dio joyas de inestimable valor, en oro y plata: vajilla y pequeños conjuntos escultóricos; la cuchillería, que nos dejó afamadas armas cuyas empuñaduras constituyen verdaderas piezas de arte: de los talleres metalúrgicos salieron también armas defensivas como escudos, corazas, rodilleras y otras más profusamente adornadas.

La ebanistería, por su parte, dejó artísticas tallas en madera, y la industria del hierro, hermosas piezas en hierro forjado aplicadas a la vivienda.

De este modo el hombre primitivo tuvo que afrontar y resolver problemas que hoy nos parecen muy sencillos, pero que en aquellos remotos tiempos condujeron a una verdadera revolución de la técnica.