La retirada de Hernán Cortés


Hernán Cortés, que con cuatrocientos infantes, quince caballos, seis cañones y unos mil trescientos indios amigos se había apoderado de México, vio aumentadas sus fuerzas con la incorporación de la mayor parte de las tropas con que Panfilo de Narváez había venido a combatirlo, hasta llegar a sobrepasar los mil trescientos hombres de armas, con lo que creyó consolidada su situación; pero los mexicanos, cansados de la debilidad de Moctezuma, lo depusieron y nombraron emperador a su hermano Cuitláhuac, enemigo de los españoles.

Este levantamiento, que ocasionó la muerte de Moctezuma, y la falta de víveres determinaron a los españoles a hacer abandono de la ciudad y la consiguiente retirada hacia tierras amigas. Hernán Cortés y sus aliados huyeron de la ciudad una noche lluviosa! y oscura, la del 30 de junio de 1520, conocida en la historia de la conquista de América con el nombre de “Noche Triste”, porque en ella los indios derrotaron a los invasores.

México estaba edificada en un lago, a cuyas orillas la unían amplias calzadas obstruidas de tanto en tanto por grandes cortaduras, sólo accesibles por medio de puentes. Los españoles! y sus aliados comenzaron, pues, a evacuar la ciudad por una de esas calzadas y los mexicanos se pusieron en su persecución. Los fugitivos se despeñaban por la calzada o caían al agua, de donde eran extraídos por los nativos que, tripulando canoas, recorrían el lago, y eran conducidos a la ciudad para su posterior sacrificio. Aquella noche perdieron los españoles casi quinientos hombres y otros tantos los días siguientes en que hubieron de caminar abriéndose paso entre la masa de enemigos que los rodeaban. Después de seis días desastrosos, los aztecas, en número abrumador, presentaron batalla en las llanuras de Otumba, donde Cortés obtuvo una memorable victoria, decisiva para los destinos de México, ya que le permitió continuar su retirada hacia Tlaxcala, para dar descanso a los sobrevivientes y reforzar su ejército, antes de la campaña definitiva.