La república panameña, Fernando de Lesseps y la apertura del canal interoceánico


Fernando de Lesseps, ya cubierto de gloria con la apertura del canal de Suez, concibió la idea de perforar el istmo de Panamá, y a ese efecto organizó la Compañía Universal del Canal Interoceánico. Dos quintos de la magna empresa pudo cavar; pero por una parte las enfermedades tropicales y, más que ellas, la malversación de los fondos de la compañía, condujeron a la bancarrota, y los trabajos tuvieron que suspenderse. Entonces Estados Unidos de América decidió continuar la obra, y después de ayudar a Panamá a llevar a cabo la revolución de independencia, obtuvo la concesión de una faja de terreno de 16 kilómetros de ancho para hacer la gigantesca obra, que fue inaugurada en 1915. El gobierno de Panamá ha sostenido una política de reivindicación de derechos, ya que nunca renunció a su soberanía sobre el territorio que ocupa el canal, y en sucesivos tratados ha logrado el reconocimiento parcial de tales derechos. El suelo panameño tiene una gran riqueza potencial. Algunas minas están en explotación; pero es la agricultura la fuente principal de ingresos después de los aduaneros. Se cultivan la caña de azúcar, los granos y tubérculos alimenticios, café y plátano. En sus espesos bosques las empresas explotadoras tienen cortes de maderas preciosas. Las extensas costas y sus numerosos accidentes de bahías, islas y archipiélagos, proporcionan a Panamá un renglón económico importante en la industria pesquera. En el golfo de Panamá las enormes tortugas han producido la industria del carey, y famoso es allí el archipiélago de Las Perlas, donde los buzos nativos se dedican, desde antes del descubrimiento de Balboa, a la peligrosa labor de la captura de las perlas. Una del tamaño de un huevo le fue obsequiada a Balboa, a quien también fue dado observar que los remos de los nativos tenían incrustaciones de perlas.

Las industrias de transformación comprenden la preparación de alcoholes, de licores, cerveza y la lubricación de zapatos, tejidos, cigarrillos, muebles y sombreros.

Quedan en Panamá núcleos indígenas; el más interesante para el sociólogo es la raza cuna, del archipiélago de San Blas, cuyos miembros viven como en la época precolombina.

Las mujeres cunas usan telas de algodón estampadas en colores combinados armónicamente; llevan brazaletes y collares de cuentas de coral y semillas secas; y anillos pendientes del tabique nasal perforado; estiman mucho la limpieza personal. Sus creencias son fetichistas y los curanderos son muy estimados.

El folklore es muy rico. La flor nacional de Panamá es una bella orquídea llamada Flor del Espíritu Santo, que florece en agosto y sólo regala a los ojos durante un día. La indumentaria femenina cuenta con la pollera. vestido de amplísima falda, con profusos encajes y bordados, y que se lleva con muchas joyas.

Entre sus danzas autóctonas podemos citar la de los cucúas y la de los diablos, pero verdaderamente notable es la danza de los grandiablos, que tiene carácter colectivo. Panamá cuenta con grandes centros educativos. La Escuela Normal de Veragua es probablemente una de las más acreditadas de la América española; en la Universidad se han formado generaciones de profesionales en medicina, derecho, ingeniería y humanidades. El provecho cultural ha sido para ambos sexos, de manera que hay mujeres que han alcanzado el doctorado en letras y filosofía. La Escuela Normal de Institutoras, la Escuela Profesional de Señoritas y el Instituto Nacional son centros que honran al país por su organización y eficiencia. Las escuelas primarias van cubriendo poco a poco toda el área de la República. Los hospitales panameños, organizados a la manera de los de Estados Unidos de América, disponen de todos los elementos que las ciencias médicas reclaman para el cuidado de la salud. Es famoso el Hospital de Santo Tomás, uno de los más modernos de América.

Las ciudades de Colón y Panamá son casi bilingües; pero el gobierno ha dictado medidas a fin de evitar la corrupción del español, que es el idioma oficial.

El pueblo de Panamá cuenta entre sus glorias más caras a José Agustín Arango, Justo Arosemena, Federico Boyd, próceres de la independencia; Pedro J. Sosa, uno de los ilustres ingenieros del canal; Ricardo Miró, el poeta nacional; J. Isaac Fábregas y Octavio Méndez Pereira, novelistas, además de grandes valores nuevos en el arte dramático, la crítica literaria y la filosofía.


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