El gobierno del general Julio A. Roca. Juárez Celman y la revolución del 90


El general Roca recibió del presidente Avellaneda un país acrecentado en su extensión en 20.000 leguas, cuya conquista había él mismo realizado; casi 2.000.000 de habitantes poblaban entonces la Argentina en plena formación, y se había despertado en el mundo europeo el ansia de colocar capitales para explotar las grandes riquezas recién descubiertas en el país de las pampas.

El gobierno de Roca contrató empréstitos en la banca extranjera, cuyos importes fueron aplicados a la construcción de obras públicas, realizadas en su gran mayoría por compañías también extranjeras. La transformación que sufría el país fue especialmente significativa en su porteña capital, que empezó a figurar entre las grandes urbes del mundo latino, incluso por sus actividades culturales.

Aunque su gobierno no fue alterado por levantamientos armados, no dejó de enfrentar Roca una tenaz oposición, especialmente a su política económica y a la actitud de sus ministros frente al catolicismo; las más destacadas figuras de esta oposición fueron José Manuel Estrada, Pedro Goyena, Aristóbulo del Valle y Leandro N. Alem; entre ellos comenzaba también a destacarse un hombre que luego llenaría dos décadas de la historia argentina: Hipólito Yrigoyen.

La misma política de Roca siguió su sucesor, el doctor Miguel Juárez Celman, los dos primeros años de cuya administración transcurrieron en medio de una violenta oposición de los sectores populares. Cuando cuatro mil ciudadanos de la Unión Cívica, tocados con una boina blanca como distintivo y dirigidos por Leandro N. Alem, se apoderaron del Parque de Artillería, el 26 de julio de 1890, la oposición se trocó en levantamiento armado.

La revolución fue vencida después de algunos combates y del bombardeo de la ciudad por las naves de la armada; pero Juárez Celman debió abdicar el poder en manos del vicepresidente, doctor Carlos Pellegrini. Ello no significó una variación de la política gubernamental.