José Enrique Rodó, maestro de toda una generación


Fue un verdadero paladín de la libertad de conciencia. Prosista tan destacado por la belleza de su estilo como por la agilidad de su intelecto, significa en la prosa castellana y en el pensamiento hispanoamericano lo que Rubén Darío significó en la poesía: modernismo, renovación, culto del ideal y humanismo frente al post-romanticismo de su época.

Crítico sagaz y comprensivo, maestro del idioma, ejerció grande influencia en la juventud de España e Hispanoamérica, a la que recomendó el idealismo latino en contraposición al utilitarismo sajón, fomentando la conciencia de una solidaridad regeneradora para los pueblos hispanoamericanos.

José Enrique Rodó, que nació en Montevideo en 1872, y murió en la ciudad siciliana de Palermo, Italia, en 1917, fue uno de los más altos pensadores de América.

Luchador infatigable, difundió sus ideas desde la tribuna, la prensa, el libro y la cátedra, y predicó con el ejemplo de su honradez y rectitud.

Sus obras abarcan la crítica, la sociología, la política, la filosofía y la literatura. En El que vendrá destaca el vacío que dejara el naturalismo en los espíritus capaces de reflexión; en Liberalismo y jacobinismo, se opone tenazmente a la legislación gubernamental anticlerical, polemizando con altura y dignidad; en Ariel, su obra maestra, que influyó poderosamente en la formación de la juventud del siglo xx, y que lo incorporó brillantemente a la historia de la literatura de habla hispana como prosista excepcional, lamenta el dolor de España por el desastre de 1898; en El mirador de Próspero estudia varios arquetipos americanos; en Motivos de Proteo, que como Ariel es un himno a la idealidad y a la voluntad humanas, se encamina hacia un ideal sudamericano, y alcanza jerarquía universal.