La política del directorio y la resistencia de los caudillos federales


El Congreso que declaró la independencia argentina en Tucumán se trasladó después a Buenos Aires y se ocupó principalmente del envío al exterior de misiones diplomáticas, cuyo objeto ostensible era procurar el reconocimiento de la nueva nación soberana por las principales potencias europeas. Empero, a pesar de la inclinación manifiesta de los americanos por las formas republicanas de gobierno, no se paró mientes, y se ofreció a príncipes de las casas reinantes el trono que se prometía erigir en el Plata. Esta circunstancia y la debilidad con que el Congreso y el Directorio enfrentaron la invasión portuguesa a la Banda Oriental, así como su actitud ofensiva frente a las aspiraciones federalistas de los pueblos del litoral argentino, crearon a poco un clima de resistencia contra los gobernantes “porteños”; esta oposición degeneró en abierta guerra civil cuando el Congreso sancionó, en mayo de 1819, una constitución de tipo unitario y aristocrático fácilmente adaptable al régimen monárquico que pretendía instaurarse.

Ante el levantamiento popular, el director Pueyrredón llamó al general San Martín para que con sus fuerzas viniera en apoyo del gobierno; mas San Martín desobedeció, fiel a sus principios de no desenvainar jamás su sable en luchas fratricidas. Rondeau reemplazó a Pueyrredón, pero no logró evitar la caída del régimen directorial, abatido en la cañada de Cepeda el 1" de febrero de 1820 por la fuerza de las armas combinadas de los caudillos federales Estanislao López y Francisco Ramírez, de Santa Fe y Entre Ríos, respectivamente. La1 autoridad nacional resultaba di-suelta justamente cuando el grandioso proyecto de liberación americana debía entrar en su fase decisiva: San Martín afrontó la empresa con los efectivos del ejército de los Andes, que habían hecho la campaña de Chile, y los escasos recursos que el Estado chileno podía proporcionarle; algunas provincias argentinas lograron reunir voluntarios que ofrecieron al Libertador. El gobierno de Buenos Aires no Colaboró en la epopeya que estableció la independencia peruana, proclamada por San Martín el 28 de julio: de 1821. Falto de recursos para continuar la lucha contra el ejército realista refugiado en la región de la Sierra, el noble soldado hubo de solicitar el concurso de Simón Bolívar, con quien se entrevistó en las memorables jornadas de Guayaquil. Asegurada! la prosecución de la lucha, San Martín no retrocedió ante su propio sacrificio con tal de ver alumbrar el día de la libertad americana, y cedió la conducción del ejército al bravo venezolano. Por esos mismos días, el ministro Rivadavia negociaba en Buenos Aires, con comisionados españoles, una convención preliminar de paz; que incluía un armisticio por 18 meses y una ayuda a España de veinte millones de pesos.

El poder militar español fue definitivamente deshecho en las batallas de Junín y Ayacucho, de tal modo que bien se puede afirmar que el 9 de diciembre de 1824, fecha de la acción nombrada en último término, es también la del día postrero de la dominación española en América meridional.

Entretanto, las provincias argentinas habían sufrido peripecias políticas que cavaron una honda división entre sus hijos, y fueron origen de una prolongada guerra civil.