El centralismo porteño y la crisis del régimen directorial


El gobierno porteño había entretanto sumado desacierto tras desacierto; las provincias contemplaban con disgusto cómo Buenos Aires se enriquecía con su próspero comercio, casi todo en manos de intermediarios británicos a partir de 1810, en tanto las industrias locales, la mayor parte de artesanía, se arruinaban ante la competencia de una técnica más avanzada. Se acusaba también a los gobernantes porteños de pretender introducir reformas chocantes con las costumbres tradicionales, y sobre todo de arrogarse exclusivamente el ejercicio del poder político. Un movimiento federalista de incontenible empuje había estallado bajo la dirección del general Artigas, en la Banda Oriental, cuyo territorio, invadido por los portugueses, era abandonado prácticamente sin luchar por los ejércitos porteños. Estas contingencias se desarrollaron casi sin solución de continuidad desde el mismo 25 de Mayo, pero alcanzaron su máxima intensidad bajo el gobierno dictatorial del director, general Carlos de Alvear, quien, para mantenerse en el poder, no despreció recurso alguno, llegando incluso a condenar a la horca a un oficial del ejército “por hablar mal del gobierno”. Alvear dispuso el envío de una expedición militar contra Santa Fe, cuyo pueblo acababa de entronizar un gobierno federalista; pero su comandante, Ignacio Álvarez Thomas, se pronunció contra él, y Alvear hubo de resignar el mando. La triunfante revolución lanzó un bando por el que se convocaba a un nuevo congreso general en la ciudad de San Miguel de Tucumán, centro geográfico aproximado, en aquel entonces, de las provincias argentinas.

Era la única esperanza para la amenazada revolución americana: Chile había caído nuevamente bajo el dominio realista después de la derrota de las fuerzas patriotas en Rancagua; México también había sucumbido ante la reacción española, y en Nueva Granada Bolívar cedía posiciones y se refugiaba en Jamaica, ante el embate de la expedición española conducida por el general Morillo. Golpe final de esta serie de desastres era la derrota sufrida en Sipe Sipe por el general Rondeau y el ejército del. Norte. Sólo el heroísmo de los gauchos de Güemes, el casi legendario héroe salteño, impedía a los ejércitos españoles desbordar hacia el Sur. Todas las esperanzas, pues, o mejor dicho, las únicas esperanzas, quedaron depositadas en el Congreso de Tucumán, donde se aunarían las provincias del Plata para proveer a su defensa común.