Biografia de Zola, Émile


(París, 1840-id., 1902) Novelista francés. Hijo de Francesco Zola, un ingeniero natural de Venecia, y de Émilie Aubert, pasó su infancia y su adolescencia en Aix-en-Provence, en cuyo colegio cursó los estudios primarios y trabó amistad con Cézanne y Baille. Posteriormente, y merced a una beca de estudios, se trasladó a París para acudir al Liceo de Saint-Louis. No consiguió, sin embargo, terminar el bachillerato, y al retirársele por dicho motivo la ayuda económica de que disponía, se vio obligado a mudarse a una mísera buhardilla y a emplearse en ocupaciones variopintas. Un puesto de trabajo en la editorial Hachette, donde se hizo cargo del departamento de publicidad, lo introdujo en el mundo de las letras, que ya no abandonó. Sí dejó, a finales de 1865, la editorial parisina, para dedicarse por entero al periodismo y la literatura, aunque sin demasiada fortuna durante los primeros años. Consiguió, empero, una sección de crítica literaria en el periódico L’Evénément, tribuna desde la cual defendió una literatura de corte científico que emplease la naturaleza como espejo para retratar los dramas y las pasiones humanas, en la que la subjetividad del autor desapareciera tanto como fuera posible, y que recibiría el nombre de naturalismo. Publicó su primera obra, Cuentos para Ninon, todavía bajo la influencia del romanticismo, en 1864, y tres años después presentó Thérèse Raquin, su primera novela propiamente naturalista. Su aspiración era realizar una novela fisiológica, a la que transportaría las teorías de Taine sobre la influencia de la raza y el medio sobre el individuo. Por aquellas mismas fechas ideó la redacción de una obra cíclica que, a modo y semejanza de la Comedia humana, fuera una «historia natural y social de una familia bajo el Segundo Imperio», tal como apuntaba en el subtítulo. A dicha obra, que a su término estuvo integrada por veinte novelas, la tituló Los Rougon-Macquart. La primera, La fortuna de los Rougon, apareció en 1871, y en ella se apreciaba ya la voluntad de retrato social, no exento de crítica y con altas dosis de violencia y dramatismo, que iba a caracterizar toda la serie; entre las que siguieron, destacan las series dedicadas a la familia y a los trabajadores. En marzo de 1890, en una carta dirigida al crítico literario J. Lemaître, quien había alabado la serie en un artículo aparecido en Le Figaro, Zola puso de manifiesto su hastío y su voluntad de dar por terminada la obra, si bien por último alcanzó, en 1893, los veinte tomos que se había propuesto. Posteriormente, y tras emprender una serie de viajes, uno de los cuales lo llevó a España, inició una nueva serie literaria, en este caso con distintas ciudades como telón de fondo: Lourdes (1894), Roma (1896), París (1898). En esta última Zola se sirvió de las teorías utópicas de Comte, Fourier y Proudhon, a quienes veneraba, para manifestar sus ideas progresistas y su defensa del espíritu científico. Este acercamiento hacia posiciones socialistas se aceleró tras el llamado caso Dreyfus, en el que Zola se puso al lado de la víctima. Su célebre alegato político Yo acuso, publicado en enero de 1898 en L’Aurore, le supuso una condena de un año de cárcel y una multa de 3 000 francos. Con el fin de evitar su ingreso en prisión, en febrero del mismo año se trasladó a Londres, ciudad en la que permaneció hasta junio de 1899. A su muerte, acaecida poco después de su regreso a París en circunstancias nunca esclarecidas y posiblemente derivadas de sus opciones políticas, Zola dejó una extensa producción, en la que también se hallaban numerosas obras de teatro.

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