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Apuntes: estudio y comprención de la sociedad
Contribución de javiera el Saturday, August 24 @ 05:18:37 EST

Apuntes Historia Historia e Historiografía, en su sentido más amplio, la totalidad de los sucesos humanos acaecidos en el pasado, aunque una definición más realista la limitaría al pasado conocido.

Historiografía es el registro escrito de lo que se conoce sobre las vidas y sociedades humanas del pasado y la forma en que los historiadores han intentado estudiarlas. De todos los campos de la investigación, la historia quizá sea la más difícil de definir con precisión, puesto que al intentar desvelar los hechos y formular un relato inteligible de éstos, implica el uso y la influencia de muchas disciplinas auxiliares. El objetivo de todos los historiadores ha consistido en recopilar, registrar e intentar analizar todos los hechos del pasado del hombre y, en ocasiones, descubrir nuevos acontecimientos. Todos ellos reconocen lo incompleta que es la información de que se dispone, parcialmente incorrecta o sesgada y que requiere un cuidadoso tratamiento. La labor investigadora del historiador Los hechos históricos son conocidos, salvo en casos excepcionales en los que el historiador es testigo de los propios acontecimientos, a través de fuentes intermedias. Entre éstas se incluyen el testimonio de los testigos contemporáneos de los sucesos; relatos escritos como memorias, cartas, literatura, etc.; archivos de tribunales, asambleas legislativas, instituciones religiosas o mercantiles y la información no escrita que se obtiene de restos materiales de civilizaciones desaparecidas, como elementos arquitectónicos, artes menores o decorativas, ajuares funerarios, etc. Todas éstas y muchas más fuentes proporcionan las pruebas con las que el historiador descifra los hechos históricos.

Sin embargo la relación entre hecho y evidencia raramente es simple y directa. Las evidencias pueden estar sesgadas o ser erróneas, fragmentarias o prácticamente ininteligibles tras un gran intervalo temporal que haya causado grandes cambios culturales o lingüísticos. Por tanto, el historiador ha de enjuiciar críticamente los testimonios de que disponga. Interpretación y forma Por otro lado, el objetivo de la historia, como serio esfuerzo por entender la vida del hombre, no se cumple por completo con el mero relato de los acontecimientos. Éstos sólo constituyen los cimientos sobre los que se elabora la interpretación histórica. El proceso de interpretación afecta a todos los aspectos de la investigación histórica, iniciada con la selección del tema a estudiar, porque la elección de un hecho, una sociedad o institución particular es en si misma un juicio que manifiesta la importancia de la cuestión. Una vez elegido, el objeto de estudio sugiere una hipótesis o modelo teórico provisional que guía la investigación y ayuda al historiador a valorar y clasificar los testimonios disponibles y a presentar un relato detallado y coherente del elemento analizado. El historiador debe respetar los hechos, evitar la ignorancia y los errores cuanto sea posible y aportar una interpretación convincente e intelectualmente satisfactoria. Hasta tiempos modernos, la historia fue considerada fundamentalmente como una variante literaria que compartía muchas técnicas y efectos con la narrativa de ficción. Los historiadores estaban sometidos a los materiales factuales y a la veracidad personal, pero, como los novelistas, escribían detallados relatos de los acontecimientos, vivos retratos de los personajes, y prestaban gran atención al lenguaje y estilo literario. Las complejas relaciones entre literatura e historiografía han sido y continúan siendo objeto de serios debates. Era, término empleado en las ciencias físicas y en historia. En geología, una era es la división del tiempo más larga, que se subdivide en periodos y épocas. La era actual o cenozoica (la más corta de todas) dura ya unos 65 millones de años. En sentido histórico, una era es un periodo de tiempo computado a partir de un momento o acontecimiento histórico determinado. La actual era cronológica, la era cristiana, comenzó el 1 de enero del año 1 d.C., fijado convencionalmente como fecha del nacimiento de Cristo. Cultura, creencias, conducta, lenguaje y forma de vida de un grupo determinado de personas en un determinado periodo. El término cultura engloba costumbres cotidianas, ceremonias, arte, invenciones, tecnología y tradiciones, aunque también puede tener una acepción estética más específica e incluir los logros intelectuales y artísticos de una sociedad. Normalmente usada en este último sentido, la palabra cultura designa las expresiones intelectuales y estéticas de las elites sociales, y se encuentra estrechamente asociada a las formas culturales promovidas por la institución escolar y estatal. Civilización, estado avanzado de una sociedad que posee una unidad histórica y cultural. En este artículo se trata de identificar determinadas sociedades que por sus especiales logros son consideradas por los historiadores como civilizaciones independientes. Sus características se analizan en otros apartados de esta enciclopedia. La perspectiva histórica utilizada para clasificar a una civilización (más que a un país) como una unidad es de origen relativamente reciente. A partir de la edad media, la mayor parte de los historiadores adoptaron un punto de vista religioso o nacional. El punto de vista religioso prevaleció hasta el siglo XVIII entre los historiadores europeos, que consideraban la Revelación cristiana como el suceso más importante de la Historia, tomándolo como referencia para su clasificación. Los primeros historiadores europeos no estudiaron otras culturas más que como curiosidades o como áreas potenciales de actividad misionera. El punto de vista nacional, a diferencia del religioso, se desarrolló a principios del siglo XVI a partir de la filosofía política del estadista e historiador italiano Nicolás Maquiavelo, quien sostenía que el objeto adecuado de estudio histórico era el Estado. Sin embargo, más tarde los múltiples historiadores que realizaron la crónica de los Estados nacionales de Europa y América sólo estudiaron las sociedades al margen de la cultura europea, para describir su sumisión a las potencias europeas, a su entender más progresistas. Caso aparte es el de los misioneros y teólogos españoles, que profundizaron en el conocimiento y análisis de las civilizaciones recién descubiertas, a veces de difícil caracterización. Los siglos XVIII y XIX Durante el Siglo de las Luces los historiadores comenzaron a interesarse por otras culturas. En el siglo XVIII el desarrollo de un punto de vista seglar y de unos principios de crítica racional permitieron al escritor y filósofo francés Voltaire y a su compatriota el jurista y filósofo Montesquieu trascender el provincialismo del pensamiento histórico hasta entonces vigente. Pero la aplicación de sus teorías a la historia universal sufrió de sus parcialidades y de las de su cultura. Intentaban despreciar o ignorar costumbres irracionales y partían de la base de que todas las personas son seres inherentemente racionales y, por lo tanto, muy similares, de manera que sus condiciones debían ser válidas para todos los seres humanos, iniciando así una perspectiva eurocentrista de la civilización. A principios del siglo XIX los filósofos e historiadores románticos desecharon esta idea. Los filósofos alemanes Johann von Herder y Georg Wilhem Friedrich Hegel destacaron las profundas diferencias humanas existentes en cuanto a inteligencia y obras según su cultura, lo que supuso el principio del estudio comparativo de las civilizaciones. El siglo XX Según los historiadores modernos, resulta imposible escribir una historia totalmente inteligible de cualquier país sin tener en cuenta el tipo de cultura a la que pertenece. Afirman que gran parte de la vida de un país está condicionada por su participación en una entidad social a mayor escala, compuesta a menudo por una serie de naciones o Estados que comparten muchas características con un mismo origen. Es esta entidad social mayor (más cultural que política) la considerada por estos historiadores como el verdadero objeto del estudio histórico. Hoy las civilizaciones existentes cada vez están más interrelacionadas, hasta el punto de que ya ninguna de ellas persigue un destino independiente y participan de una civilización mundial común. A comienzos de siglo, ya algunos historiadores veían importantes rasgos comunes en la historia de las diferentes civilizaciones. El filósofo alemán Oswald Spengler en su obra La decadencia de Occidente (1918-1922), describe, desde una perspectiva darwinista y orgánica a las civilizaciones como organismos vivos que pasan a través de las mismas fases en diferentes momentos. El historiador británico Arnold Toynbee, desde un determinismo menos estricto que Spengler, en su obra Un estudio de la Historia (1934-61) también establece un patrón uniforme para las historias de las diferentes civilizaciones. Según Toynbee, una civilización puede prolongar su vida de forma indefinida si sabe ir dando una respuesta correcta a los diferentes retos internos y externos que van surgiendo. Sin embargo, muchos historiadores son extremadamente escépticos respecto a las filosofías de la historia derivadas de un supuesto patrón del pasado y evitan basar las predicciones sobre el futuro en estas teorías cíclicas y repetitivas de la historia. Clasificación Los historiadores han encontrado dificultades para delimitar una determinada sociedad y clasificarla como civilización. Utilizan el término civilización para referirse a un número de sociedades pasadas y presentes que manifiestan patrones históricos, culturales y técnicos característicos. Algunas de estas civilizaciones son la andina (incaica) que surgió hacia el 800 a.C.; la mexicana (azteca) (hacia el siglo III a.C.); la de Extremo Oriente, que surgió en China hacia el 2200 a.C. y se extendió hacia Japón hacia el 600 d.C.; la india (hacia el 1500 a.C.); la egipcia (hacia el 3000 a.C.); la sumeria (hacia el 4000 a.C.) seguida de la babilónica (hacia el 1700 a.C.); la minoica (hacia el 2000 a.C.); la semita (hacia el 1500 a.C.); la grecorromana (hacia el 1100 a.C.); la bizantina, que surgió en el siglo IV d.C.; la islámica (siglo VIII d.C.) y la occidental, que surgió en Europa occidental a principios de la edad media y engloba a las sociedades que se han desarrollado en el continente americano a partir del siglo XVI. Mayas, Arte y arquitectura, fue la forma de expresión social política e ideológica de uno de los pueblos más interesantes de la América Prehispánica. Sus manifestaciones abarcan todas las técnicas y materiales que podamos imaginar y se extiende en el tiempo durante más de dos mil años. El territorio que abarcaron fue muy grande: el sur de México y la península de Yucatán, Guatemala, Belice y parte de Honduras y El Salvador. El periodo de mayor auge fue el clásico (300-900 d.C.), después sobrevino el llamado colapso maya de las tierras bajas del Petén, el abandono de los centros más importantes y el resurgir de la civilización más al norte, en la península de Yucatán, durante el periodo postclásico (900-1500 d.C.). El arte maya hunde sus raíces en la cultura olmeca (1200-400 a.C.) recibiendo posteriores influencias de Teotihuacán y Tula. Nos encontramos, pues, ante un arte mesoamericano que participa de sus mismos patrones y concepciones. Aztecas o Mexicas, pueblo que dominó el centro y sur de México, en Mesoamérica, desde el siglo XIV hasta el siglo XVI y que es famoso por haber establecido un vasto imperio altamente organizado, destruido por los conquistadores españoles y sus aliados mexicanos. Algunas versiones señalan que el nombre de "azteca" proviene de un lugar mítico situado posiblemente al norte de la actual República mexicana, llamado Aztlán; más tarde se autodenominaron mexicas. Orígenes Tras la caída de la civilización tolteca que había florecido principalmente en Tula entre los siglos X y XI, oleadas de inmigraciones inundaron la meseta central de México, alrededor del lago Texcoco. Debido a su tardía aparición en el lugar, los aztecas-mexicas se vieron obligados a ocupar la zona pantanosa situada al oeste del lago. Estaban rodeados por enemigos poderosos que les exigían tributos, y la única tierra seca que ocupaban eran los islotes del lago de Texcoco, rodeados de ciénagas. El hecho de que, desde una base tan poco esperanzadora, los aztecas fueran capaces de consolidar un imperio poderoso en sólo dos siglos, se debió en parte a su creencia en una leyenda, según la cual fundarían una gran civilización en una zona pantanosa en la que vieran un nopal (cactus) sobre una roca y sobre él un águila devorando una serpiente. Los sacerdotes afirmaron haber visto todo eso al llegar a esta zona; como reflejo de la continuidad de esa tradición, hoy en día esa imagen representa el símbolo oficial de México que aparece, entre otros, en los billetes y monedas. Al aumentar en número, los aztecas establecieron organizaciones civiles y militares superiores. En 1325 fundaron la ciudad de Tenochtitlán (ubicada donde se encuentra la actual ciudad de México, Distrito Federal, capital del país). Inca (en quechua inka, 'rey' o 'príncipe'), nombre genérico de los gobernantes cuzqueños, con equivalencia a soberano, quienes establecieron un vasto imperio en los Andes en el siglo XV, muy poco antes de la conquista del Nuevo Mundo por los españoles. El nombre también se aplica por extensión, a todos los súbditos del Imperio Incaico o Incanato. Inca es, arqueológicamente, el nombre de una cultura y un periodo prehispánico. Historia Los incas eran originariamente una pequeña y belicosa tribu que habitaba la región al sur de las tierras altas de la Cordillera Central en Perú. En torno a 1100 d.C. comenzaron a desplazarse hacia el valle de Cusco o Cuzco, donde durante casi trescientos años llevaron a cabo incursiones, y allí donde fue posible, impusieron tributos sobre pueblos vecinos. Hasta mediados del siglo XV, no obstante, los incas no llevaron a cabo ninguna gran expansión o consolidación política. Su avance territorial más importante antes de esa fecha consistió en una penetración de 32 km al sur de la capital, Cusco, bajo el reinado del sexto soberano, Inca Roca, que vivió en el siglo XIV. La expansión territorial se inició realmente con el octavo monarca, Viracocha Inca, que vivió a principios del siglo XV y que, en 1437, amplió el imperio en unos cuarenta kilómetros más allá del territorio de Cusco. Después de esto, durante un periodo de 30 años, dos personajes notables ampliaron y unificaron el territorio. El primero fue el hijo de Viracocha, Pachacutec Inca Yupanqui, considerado por algunos historiadores como uno de los mayores conquistadores y gobernantes del mundo. El segundo fue el igualmente capacitado Túpac Inca Yupanqui, hijo de Pachacutec. El imperio, no obstante, alcanzó su mayor extensión con el reinado (c. 1493-1525) del hijo de Topa, Huayna Cápac. Hacia 1525 el territorio bajo control inca se extendía por la zona más meridional de la actual Colombia, por Ecuador, Perú y Bolivia y por zonas del norte de Argentina y Chile, abarcando un área de más de 3.500 km de norte a sur, y de 805 km de este a oeste. Los investigadores estiman que esta inmensa región estuvo habitada por una población de entre 3,5 y 16 millones de personas de distintas culturas andinas. La muerte de Huayna Cápac en 1525, antes de que pudiera designar a su sucesor, provocó la división del imperio. Sus dos hijos, los hermanastros Huáscar y Atahualpa, aspiraban al trono. La consiguiente y encarnizada lucha entre ambos, que finalizó en 1532 con la captura de Huáscar, debilitó seriamente al imperio. En este crítico momento el conquistador español Francisco Pizarro desembarcó en la costa con una fuerza de unos 180 hombres dotados de armas de fuego. Pizarro, apoyado por distintos grupos de indígenas descontentos por la dominación inca, logró controlar el imperio, altamente centralizado, haciendo prisionero a su jefe, Atahualpa, en su propio palacio. Temeroso de que Pizarro pudiera ordenar su destitución en favor de Huáscar, Atahualpa dio la orden de ejecutar a su antiguo rival, lo que sería una de las causas de su propia condena en el proceso al que le sometieron los españoles un año después. El 29 de agosto de 1533, cuando todavía se estaba acumulando un enorme depósito de ornamentos de oro procedentes de todos los rincones del imperio, Pizarro ejecutó al garrote vil a Atahualpa. Ese mismo año los españoles ocuparon Cuzco y permitieron a Manco Cápac II, un hermano de Huáscar, acceder al trono. Algunos años más tarde, Manco dirigió una revuelta contra los españoles. Fue derrotado, obligado a buscar refugio en las montañas y asesinado. En aquella época el imperio se desintegraba muy rápidamente. El último pretendiente al trono inca fue Túpac Amaru I, hijo menor de Manco Cápac II y último descendiente por línea masculina, que fue decapitado en 1572 por orden del virrey Francisco de Toledo. Cultura En el cenit de su poderío, los incas habían desarrollado un sistema político y administrativo no superado por ningún otro pueblo nativo de América. El Imperio incaico era una teocracia basada en la agricultura, rígidamente organizada en grupos sociales y dominada por el todopoderoso Inca, que era adorado como un dios viviente. Por debajo de éste, en orden descendente de rango y poder, se encontraban: la familia del emperador, que ocupaba las altas jerarquías del imperio y poseía las mejores tierras; la aristocracia; los administradores imperiales y los curacas, nobles de carácter local; la gran masa de artesanos y campesinos, los hatunruna, que cultivaban sus propias tierras y de forma gratuita trabajaban las de la nobleza, en concepto de tributo (véase Mita). Por último estaban los siervos o yanaconas y los prisioneros de guerra o mitimaes. Administrativamente, todo el territorio estaba dividido en cuatro grandes regiones o cuarteles (el verdadero nombre del imperio era Tahuantinsuyo, una palabra quechua que significa literalmente "Tierra de los Cuatro Cuarteles"). Esta región estaba subdividida en 4 provincias: Antisuyu, Collasuyu, Cuntisuyu y Chinchasuyu. Estas, a su vez, se dividían en unidades socioeconómicas menores, de las cuales la más pequeña era la propiedad de tierra familiar conocida como ayllu. El cultivo de estos ayllus, virtualmente autárquicos, tenía lugar bajo estricto control oficial. Los técnicos gubernamentales supervisaban estrechamente la selección y siembra de granos y enseñaban a los granjeros las técnicas de drenaje, fertilización, irrigación con canales y acueductos y creación de terrazas. Un porcentaje de cada cosecha de grano era entregado al Estado y almacenado en depósitos estatales para ser distribuido en casos de necesidad. Los cultivos más importantes fueron la papa y el maíz, además del cacao, la chirimoya, la papaya, el tomate y el frijol. Las llamas fueron los animales básicos de transporte; también se domesticaron las vicuñas y alpacas por su fina lana. Otros animales domesticados fueron guanacos, perros, cobayas y ocas. Las principales manufacturas incas fueron la cerámica, los tejidos, los ornamentos metálicos y las armas con bellas ornamentaciones. A pesar de no contar con caballos, ni vehículos de ruedas ni un sistema de escritura, las autoridades de Cusco lograron mantenerse en estrecho contacto con todas las partes del imperio. Una compleja red de caminos empedrados que conectaban las diversas zonas de las regiones, permitía esta comunicación; mensajeros entrenados -los chasquis- actuando en relevos, corrían 402 km al día a lo largo de esos caminos. Los registros de tropas, suministros, datos de población e inventarios generales se llevaban a cabo mediante los quipus, juegos de cintas de diferentes colores anudados según un sistema codificado, que les permitía llevar la contabilidad. Botes construidos con madera de balsa constituían un modo de transporte veloz a través de ríos y arroyos. El firme control ejercido por la burocracia imperial a lo largo de todo el territorio, que en ocasiones supuso el desarraigo y reasentamiento de poblaciones nativas enteras por razones políticas o económicas, fue posible en gran medida gracias a este eficaz sistema de comunicaciones. Entre las expresiones artísticas más impresionantes de la civilización inca se hallan los templos, los palacios, las obras públicas y las fortalezas estratégicamente emplazadas, como Machu Picchu. Enormes edificios de mampostería encajada cuidadosamente sin argamasa, como el Templo del Sol en Cusco, fueron edificados con un mínimo de equipamiento de ingeniería. Otros logros destacables incluyen la construcción de puentes colgantes a base de sogas (algunos de casi cien metros de longitud), de canales para regadío y de acueductos. El bronce se usó ampliamente para herramientas y ornamentos. Véase Arte y arquitectura precolombina; Arte inca. La religión tuvo un carácter de gran formalidad. El dios supremo de los incas era Viracocha, creador y señor de todas las cosas vivientes. Otras grandes deidades fueron los dioses de la creación y de la vida, Pachacamac, del sol, Inti, y las diosas de la luna, Mamaquilla, de la tierra, Pachamama, y del rayo y la lluvia, Ilapa (véase Mitología inca). Las ceremonias y rituales incas eran numerosos y frecuentemente complejos y estaban básicamente relacionados con cuestiones agrícolas y de salud, en particular con el cultivo y la recolección de la cosecha y con la curación de diversas enfermedades. En las ceremonias más importantes se sacrificaban animales vivos y raramente se exigía la realización de sacrificios humanos como ofrenda a los dioses. Los incas produjeron un rico corpus de folclore y música del cual sólo perviven algunos fragmentos. Historia El primer europeo que llegó a lo que hoy es Chile fue el portugués Fernando de Magallanes, tras atravesar en 1520 el estrecho que hoy lleva su nombre; los indígenas denominaban esta región con el nombre de Tchili, palabra autóctona que significa 'nieve'. En la época de la visita de Magallanes, la mayoría del territorio chileno situado al sur del río Rapel estaba dominado por los araucanos, una tribu notable por su habilidad guerrera que fueron el único pueblo indígena que no sucumbió de forma inmediata a la conquista de los españoles. Las tribus que ocupaban las regiones septentrionales habían sido dominadas durante el siglo XV por los incas de Perú. En 1535, al concluir Francisco Pizarro la conquista de Perú, uno de sus lugartenientes, Diego de Almagro, encabezó una expedición terrestre hacia Chile en busca de oro. El grupo regresó inmediatamente a Cuzco sin obtener los resultados apetecidos. Colonización española Otro de los oficiales de Pizarro, Pedro de Valdivia, dirigió una segunda expedición al sur de Chile en 1540. A pesar de la feroz resistencia de los araucanos, Valdivia consiguió fundar varios asentamientos, entre ellos Santiago (1541), Concepción (1550) y Valdivia (1552). Sin embargo, en 1553 los araucanos organizaron un levantamiento, mataron a Valdivia y a muchos de sus seguidores, y destruyeron todas las ciudades a excepción de Santiago, Concepción y La Serena. La rebelión fue la fase inicial de una guerra que proseguiría durante casi tres siglos; las hostilidades continuaron de forma intermitente durante y después del periodo colonial español, y no cesaron sino hasta finales del siglo XIX. En la organización colonial española, Chile fue originalmente una dependencia del virreinato del Perú, y sólo más tarde tuvo su propio gobierno, la Capitanía General de Chile. El país se desarrolló con lentitud porque carecía de plata u oro que atrajeran a los españoles, y por la belicosidad de los araucanos; además, estaba situado muy lejos de los principales centros de colonización española en Perú, y era poco accesible. La principal ocupación era la agricultura en el Valle Central, y Chile suministraba a Perú productos alimenticios, sobre todo trigo. La población urbana vivía del comercio. Emancipación nacional En 1810, Chile se unió a otras colonias españolas que rompieron sus vínculos políticos con la metrópoli. El 18 de septiembre de ese año (hoy fiesta nacional), el cabildo de la ciudad de Santiago derrocó al gobernador colonial de Chile, delegando sus poderes en un grupo de siete personas que conformaron la primera Junta de Gobierno. Este acto fue el inicio de un proceso que culminaría con la independencia chilena de España, después de más de dieciséis años en los que se mantuvo un estado de guerra intermitente con las tropas españolas enviadas desde Perú. El 12 de febrero de 1817, el ejército realista sufrió una decisiva derrota en Chacabuco, a manos del ejército local apoyado por tropas argentinas. Un año después, Bernardo O'Higgins, uno de los líderes revolucionarios, y que había conocido a Francisco de Miranda en Londres, proclamó la independencia absoluta de Chile; no obstante, las tropas realistas controlaron casi la totalidad del sur del país hasta 1818, y no fueron expulsadas completamente hasta 1826. Organización nacional y república conservadora O'Higgins, que en 1818 había sido nombrado director supremo de Chile, gobernó el país con poderes autoritarios hasta 1823, cuando la hostilidad popular contra su régimen le obligó a dimitir. Se adoptaron dos constituciones (1823 y 1828) que intentaron organizar a Chile como una república, aunque las luchas por el poder entre diversas organizaciones mantuvieron a Chile inmerso en conflictos políticos hasta 1830. Ese año, los elementos conservadores al mando del general Joaquín Prieto organizaron una revolución y tomaron el control del gobierno; en 1831 Prieto se convirtió en presidente, aunque el personaje fundamental del gobierno fue Diego Portales, quien ocupó diversos cargos ministeriales durante la administración de Prieto. En 1833 se adoptó una nueva Constitución, que confería amplios poderes al ejecutivo. En 1851 y 1859, los grupos liberales organizaron infructuosos intentos armados de arrebatar el poder a los conservadores. A pesar de su carácter autoritario, el gobierno del Partido Conservador promovió una política interior que contribuyó sustancialmente al desarrollo comercial, minero y agrícola de Chile; se adoptaron medidas para explotar los recursos minerales, se construyeron ferrocarriles y se promovió la inmigración; además, se sentaron las bases del sistema escolar y se crearon instituciones culturales. El principal acontecimiento en la política exterior chilena durante el periodo de predominio conservador fue la guerra que tuvo lugar en 1836 contra la Confederación Perú-boliviana. Gobierno liberal y guerras externas Entretanto, en el Partido Conservador se habían producido divisiones como consecuencia de las desavenencias con la Iglesia católica. A partir de 1861, su ala más progresista, en coalición con el Partido Liberal, promovió una serie de reformas constitucionales, entre las que se encontraba la prohibición de la reelección presidencial consecutiva. Además se hicieron esfuerzos para promover el bienestar social, intensificándose asimismo el desarrollo de los recursos nacionales, en especial mediante la creación de nuevas vías ferroviarias, carreteras y un sistema postal. En 1865, Chile se vio envuelto en una guerra entre España y Perú, en la cual participó por un fuerte sentimiento americanista en defensa de éste último. Poco después, Chile comenzó a explotar los valiosísimos yacimientos de nitratos del desierto de Atacama. Ante la intención de Bolivia de embargar las instalaciones salitreras del territorio, en febrero de 1879 el gobierno chileno ordenó la entrada de sus tropas en el puerto boliviano de Antofagasta; dos meses después Perú, aliado de Bolivia, declaró la guerra a Chile, iniciándose la guerra del Pacífico. Como consecuencia de su victoria en este conflicto, que acabó en 1883, Chile se anexionó un amplio territorio que englobaba las actuales regiones de Antofagasta y Tarapacá. Además, Perú cedió a Chile las ciudades de Tacna y Arica, a condición de que se celebrara un plebiscito diez años después para establecer la definitiva soberanía sobre las mismas. Aunque ambos países no llegaron a un acuerdo en cuanto a las condiciones del plebiscito, las sucesivas negociaciones culminaron en 1929 (Tratado de Lima) volviendo Tacna a Perú y quedando Arica en manos de Chile. Véase Disputa de Tacna-Arica. Guerra civil y catástrofes naturales En 1891, una parte considerable de las fuerzas políticas representadas en el Congreso organizaron una rebelión contra la administración del presidente José Manuel Balmaceda, líder del Partido Liberal. Bajo las órdenes del capitán Jorge Montt, oficial de la Armada, los rebeldes -que se autoproclamaron congresistas-, se hicieron con el mando de la flota chilena y controlaron las provincias del norte. En agosto derrotaron a un ejército gubernamental, tras las batallas de Concón y Placilla, en las cercanías de Valparaíso, que fue ocupado por los rebeldes, al igual que Santiago, con lo que la guerra quedó virtualmente terminada. En el curso de la guerra civil se perdieron más de 10.000 vidas, y fueron incalculables los daños materiales. Balmaceda se suicidó en septiembre. Poco después de la llegada de Montt a la presidencia, Chile ingresó en un largo periodo de pacífica reconstrucción. Como concesión al sentimiento liberal que prevalecía en el país, Montt instituyó una serie de reformas, entre las que destacó la democratización del poder ejecutivo. Los años siguientes estuvieron marcados por la creciente participación del pueblo chileno en la política, y por el incremento de la agitación política. En agosto de 1906, un desastroso terremoto destruyó virtualmente Valparaíso y produjo graves daños en Santiago, muriendo más de 3.000 personas y quedando sin techo otras 100.000; no obstante, las regiones asoladas fueron rápidamente reconstruidas. Las Guerras Mundiales Durante la I Guerra Mundial (1914-1918), Chile fue neutral. Tras el conflicto, el enfrentamiento entre liberales y conservadores aumentó. En 1920 los liberales llegaron al poder de la mano del antiguo ministro del Interior Arturo Alessandri Palma, aunque no consiguió el consenso necesario para sus propuestas de reforma. En 1924, un grupo de personalidades militares dieron un golpe de Estado con el objeto de imponer reformas liberales, derrocando a Alessandri e instaurando una junta militar. Ésta fue a su vez derrocada en 1925 por otro golpe militar. Tras este acontecimiento se aprobó una nueva Constitución que reformó el sistema electoral, recortando los poderes del Congreso y estableciendo la separación entre la Iglesia y el Estado. Alessandri ocupó de nuevo la presidencia, pero su mandato duró menos de un año. Durante el mandato del siguiente presidente, Emiliano Figueroa Larraín, la autoridad estuvo en realidad en manos de un oficial del ejército, Carlos Ibáñez del Campo, quien ocupó la presidencia desde 1927 hasta 1931. Tras varios golpes y cambios de administración, Alessandri fue reelegido en 1932 y consiguió terminar su mandato en 1938. En las elecciones de ese año fue elegido presidente Pedro Aguirre Cerdá, del Partido Radical, al frente de una coalición de grupos democráticos unidos en el Frente Popular. Su ambicioso programa de reformas fue interrumpido en 1939 por un devastador terremoto que se cobró unas 30.000 víctimas. Esta coalición liberal volvió a ganar en 1942, esta vez llevando como candidato al radical Juan Antonio Ríos Morales, quien maniobró con pericia la nave del Estado en medio de la tormenta política generada por el enfrentamiento entre los partidarios de los aliados y los de los nazis durante la II Guerra Mundial (1939-1945). Ríos condujo al país a una posición favorable a los aliados, declarando la guerra al Eje en 1944. Durante el conflicto, el Partido Comunista surgió como una de las organizaciones políticas más poderosas de Chile. El país fue miembro fundador de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) en 1945. Los gobiernos de la posguerra (1946-1970) En 1946 ganó las elecciones Gabriel González Videla, líder del Partido Radical, apoyado por una coalición de izquierdas cuyos principales componentes eran su propia agrupación y el Partido Comunista. Videla nombró a tres comunistas para ocupar carteras ministeriales, pero la coalición consiguió mantenerse apenas seis meses, cuando los ministros comunistas, con frecuencia enfrentados con los demás miembros del gabinete, fueron destituidos en abril de 1947. Hacia finales del mismo año, Chile rompió relaciones diplomáticas con la Unión Soviética. En 1948, centenares de comunistas fueron encarcelados en virtud de la Ley de Defensa Permanente de la Democracia, que proscribió al Partido Comunista. Poco después fue sofocada una rebelión militar encabezada por el antiguo presidente Ibáñez. Durante los años siguientes fueron frecuentes las manifestaciones sociales y sindicales. En 1951 se produjeron huelgas en casi todos los sectores de la economía. Al año siguiente, la reacción popular contra los partidos tradicionales tuvo como consecuencia la elección del general Ibáñez, quien restauró el orden en cierta medida, aunque no pudo solucionar los problemas económicos y sociales. En 1958 asumió la presidencia Jorge Alessandri, antiguo senador e hijo de Arturo Alessandri Palma, a la cabeza de una coalición de conservadores y liberales, con una plataforma que favorecía la libre empresa y la promoción de inversiones extranjeras. En respuesta a la fuerte oposición del nuevamente legalizado Partido Comunista y de la recientemente creada Democracia Cristiana, Alessandri propuso un plan de diez años que establecía reformas fiscales, proyectos de infraestructura y reforma agraria. En 1964 rompió relaciones diplomáticas con Cuba, aunque restableció los vínculos con la Unión Soviética. En 1960, una serie de maremotos y terremotos sacudieron al país, provocando enormes daños y miles de muertos, especialmente en la zona de Valdivia. En las elecciones presidenciales de 1964, el antiguo senador Eduardo Frei Montalva, candidato de la centrista Democracia Cristiana, derrotó a una coalición de izquierdas. Las importantes reformas de Frei, como la nacionalización parcial del sector del cobre, provocaron la insatisfacción de algunos sectores de la derecha, lo que desembocó en violenta oposición política. El gobierno de Allende Al aproximarse las elecciones presidenciales de 1970, la oposición de izquierda se coaligó en la Unidad Popular. Nombró candidato a Salvador Allende Gossens, quien en su campaña presentó un programa que prometía la nacionalización total de todas las industrias básicas, de la banca y de las comunicaciones. En las urnas obtuvo el apoyo del 37% de los votantes, por lo que, al no haber logrado una mayoría absoluta, el Congreso tuvo que pronunciarse y respaldó a Allende frente a su opositor de derecha, el anterior presidente Alessandri (en Chile, la elección presidencial no es directa y es el Congreso el que designa al mandatario). Allende se convirtió en el primer presidente elegido con un programa socialista en un país no comunista de Occidente. Una vez asumido el cargo, Allende comenzó rápidamente a cumplir sus promesas electorales, orientando al país hacia el socialismo. Se instituyó el control estatal de la economía, se nacionalizaron los recursos mineros, los bancos extranjeros y las empresas monopolistas, y se aceleró la reforma agraria. Además, Allende lanzó un plan de redistribución de ingresos, aumentó las salarios e impuso un control sobre los precios. La oposición a su programa político fue muy vigorosa desde el principio y hacia 1972 se había producido una grave crisis económica y una fuerte polarización de la ciudadanía. La situación empeoró aún más en 1973, cuando el brutal incremento de los precios, la escasez de alimentos (provocada por el recorte de los créditos externos), las huelgas y la violencia llevaron al país a una gran inestabilidad política. Esta crisis se agravó por la injerencia de Estados Unidos, que colaboró activamente por desgastar al régimen de Allende. El 11 de septiembre de 1973 los militares tomaron el poder, pereciendo Allende en la defensa del palacio presidencial. (La opinión generalizada es la de que Allende se suicidó durante el asalto al palacio de la Moneda). El régimen de Pinochet Se estableció una Junta Militar encabezada por el general Augusto Pinochet Ugarte que suspendió inmediatamente la Constitución, disolvió el Congreso, impuso una estricta censura y prohibió todos los partidos políticos. Asimismo, lanzó una fuerte campaña represiva contra los elementos izquierdistas del país: miles de personas fueron arrestadas, y centenares de ellas ejecutadas o torturadas; muchos chilenos se exiliaron, mientras que otros pasaron largos años en prisión o simplemente 'desaparecieron'. Durante los años siguientes, la Junta Militar gobernó al país con gran rigor, aunque hacia finales de la década pudo apreciarse una cierta relajación. En 1978 se levantó el estado de sitio (aunque siguió en vigor el estado de emergencia), e ingresaron más civiles en el gabinete. Sin embargo, Chile siguió siendo esencialmente un Estado policial. Una nueva Constitución, sometida a referéndum el día del séptimo aniversario del golpe, legalizó el régimen hasta 1989; Pinochet inició en marzo de 1981 otro periodo de gobierno, ahora como presidente, por un lapso de ocho años. En el ámbito económico, el gobierno de Pinochet -con sus medidas de austeridad- recortó la inflación y estimuló la producción entre 1977 y 1981. No obstante, a partir de 1982, la recesión mundial y la caída de los precios del cobre provocaron un retroceso de la economía chilena. En 1983 se produjeron amplias protestas contra el gobierno, seguidas de una serie de atentados en las grandes ciudades. El aumento de la tensión popular y el progresivo deterioro de la economía llevaron a Pinochet a reinstaurar el estado de sitio en noviembre de 1984. A finales de ese mes, se firmó un tratado con Argentina, en el que se ratificaba la soberanía chilena sobre tres islas del canal de Beagle (Picton, Nueva y Lennox). Tras un fallido intento de atentar contra la vida de Pinochet, en septiembre de 1986, se desarrolló por parte del gobierno una nueva campaña represiva. El restablecimiento del poder civil En agosto de 1988 se levantó finalmente el estado de emergencia, y en octubre se permitió a los chilenos organizar un plebiscito sobre si debía o no prorrogarse hasta 1997 el mandato de Pinochet, que terminaba en marzo de 1989. Cuando casi el 55% del electorado votó por el "No", el mandato de Pinochet se prorrogó automáticamente hasta marzo de 1990, a la espera de la celebración de las elecciones presidenciales y legislativas. En diciembre de 1989, en los primeros comicios presidenciales en diecinueve años, los votantes eligieron por mayoría al candidato democratacristiano Patricio Aylwin, quien promovió una serie de reformas económicas y nombró una comisión para investigar las violaciones de los derechos humanos cometidas por el régimen de Pinochet. Las reformas económicas iniciadas por Aylwin permitieron que más de un millón de chilenos salieran de la pobreza. En las elecciones presidenciales de 1993, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, hijo del antiguo presidente Eduardo Frei Montalva, salió triunfador. Augusto Pinochet, por su parte, se mantuvo en su cargo de comandante en jefe del Ejército. En 1994, Chile solicitó su entrada en el Tratado de Cooperación Económica Asia-Pacífico (APEC) y en el Tratado de Libre Comercio Norteamericano (NAFTA).


 
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