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ACUARELA

EL NATURALISMO EN LA ACUARELA


Pero desde esta época hasta los días relativamente distantes de la Edad media, en que la acuarela se muestra ya dotada de recursos con que aspirar también a un poderoso naturalismo, rico de tonos y de efectos, la aguada impera a despecho de semejantes transacciones; la pluma que trazaba el dibujo, sucede el pincel, usado no sólo para acentuar los contornos, sino también para distribuir los colores y degradar las tintas con armonía; colores espesos y de cuerpo, de pasta como dicen los profesores, cubren enteramente los trazos del dibujante; el papel y la vitela dejan de ser la materia subjetiva de la pintura y de contribuir al efecto de la obra; y el claro-oscuro se obtiene modelando y empastando y dando cuerpo y relieve así a las partes bañadas de luz, como a las que están en sombra: siguiendo, en suma, los mismos procedimientos que para la pintura en tabla o en lienzo.

Con razón, pues, se dirá que la acuarela es arte moderno si la deficiencia de medios en que se encontraba el acuarelista de los siglos pasados, se considera como causa bastante para anular toda manifestación de arte pictórico naturalista; no si se pretende que la acuarela al uso antiguo fuese incompatible con el arte idealista religioso, el cual, lejos de necesitar una paleta rica de tonos y un pincel colorista, modelador, mágico y vigoroso, necesita por el contrario que se sacrifiquen al concepto, a la idea y a la expresión de lo sobrenatural, de lo inmaterial y de lo suprasensible, todos los recursos del realismo, todos los medios técnicos por los cuales se consigue la imitación de lo material y terreno.

No, la iconografía sagrada, admirablemente comprendida por los miniaturistas, iluminadores y vidrieros de la Edad media, no había menester de coloristas para llenar su objeto y alcanzar su fin: y desde este punto de vista, arte era, y arte poderoso y eficacísimo, la antigua acuarela que bastó para suministrar sus modelos o cartones a los artífices que en las vidrieras pintadas de las catedrales de. León, Toledo, Chartres y la Sainte-Chapelle, nos legaron los tipos eternos e inmutables del arte decorativo cristiano.

Con el renacimiento del naturalismo pagano, con el antropomorfismo que pone en boga el siglo xv, y que lleva hasta la exaltación el xvi la acuarela deja de ser un arte especial, y entra en el acervo común de los procedimientos de que dispone el pintor para ejecutar sus cuadros, según la materia que para ellos elige, y según el fin a que los destina.

Trátase de imitar el natural, tomando la creación material por base aun para la representación de los asuntos religiosos, y constituido el arte en esta esfera de acción, la acuarela no es sino uno de tantos procedimientos inventados para obtener la mayor aproximación posible a las formas y colores de lo externo y tangible.

El que con colores transparentes y sin cuerpo sabe lograr los efectos del mundo objetivo; el que, por el contrario, necesita para conseguirlo emplear colores de cuerpo y pasta, tanto que prefiere al uso de cualquiera de estos sistemas separadamente, valerse de ambos a la vez, como el que juzga preferibles para sus obras los colores al temple, o al encausto, o al fresco, o al óleo; todos son igualmente pintores, y mientras obtengan el resultado apetecido, que es rivalizar con la naturaleza, merecerán el nombre de artistas, y nadie para otorgárselo o para despojarles de él tomará en cuenta el sistema, los medios, los arbitrios técnicos de que se valgan en sus obras.


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