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ACUARELA

LA ACUARELA Y LAS MINIATURAS


Hemos dicho, contra lo que generalmente se cree, que la acuarela ha sido conocida siempre; y ahora debemos añadir que su historia va unida con la de la miniatura, considerada como ornamentación de los manuscritos.

El libro, compañero el más indispensable de la vida íntima del hombre, fue en todo tiempo depositario de muy apreciable riqueza pictórica: en la antigüedad, porque contenía tesoros iconográficos y científicos; en la Edad Media, porque la piedad y el sentimiento religioso ponían en él los símbolos y las figuras que avivaban su fe y sus esperanzas.

Los libros de horas o devocionarios fueron durante siglos enteros la única lectura de muchos pueblos. Siempre ha habido pues en el mundo, —entiéndase en el mundo culto, antiguo y moderno—, manuscritos exornados con miniaturas, y por lo tanto acuarelas.

Según refiere Plinio, los médicos griegos Crátenos, Dionisio y Metrodoro, enriquecieron sus obras con pinturas que reproducían las plantas de cuyas propiedades trataban. El mismo historiador nos informa de que Marco Verrón ilustró sus numerosos Libros de Imágenes, grande obra iconográfica lastimosamente perdida, con los retratos de setecientos hombres esclarecidos, por medio de cierto procedimiento que no conocemos. De esta obra se sacaron sin duda muchas copias, porque añade que el docto polígrafo había de aquel modo asegurado la inmortalidad a aquellos preclaros varones, dándolos a conocer a todo el universo.

También Séneca en su tratado De tranquilitate animi habla de libros exornados con efigies.

Desgraciadamente ninguno de aquellos libros ilustrados ha llegado a nosotros, y el más antiguo documento de la caligrafía con viñetas parece ser hasta ahora el Virgilio de la Biblioteca del Vaticano, escrito según se cree en el siglo iv. Enriquécenle cincuenta miniaturas, de las que hay algunas casi borradas; pero no citamos este manuscrito para señalar en él obras ejecutadas a la acuarela, sino para la investigación de la época en que podrá suministrarnos la antigüedad los primeros vestigios del arte de que tratamos.

Es fuerza reconocer que los más antiguos manuscritos no ofrecen por lo general miniaturas de las que en este momento buscamos, sino verdaderas aguadas; sin embargo, si hemos de tratar, aunque sea sumariamente, la historia de la acuarela, preciso es que continuemos el examen comenzado, para ver si en algún otro códice antiguo sorprendemos al acuarelista disfrazado bajo los procedimientos de la pintura a la aguada.

Y en efecto, ofrécesenos ahora otro manuscrito de las obras del mismo Virgilio, perteneciente también a la Vaticana, pero posterior en unos cien años al anteriormente mencionado, que contiene diez y nueve miniaturas en las cuales no sólo es visible la carencia del antiguo modelado con colores a la aguada, sino que hasta se presenta la acuarela con caracteres de pura iluminación. El colorido carece de tono, las figuras no tienen el menor relieve; los colores dominantes son el verde, el rojo y el morado; las encarnaciones, amarillentas y sin empaste, sin otro accidente más que unos toques de rojo en las mejillas.


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