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ABONO

NECESIDAD DEL USO DE ABONOS


De este resultado se deducen dos consecuencias interesantísimas, a saber:

1° Que las plantas se alimentan exclusivamente de materias salinas y minerales y no tienen necesidad siempre de alimentos procedentes de seres organizados, vivos o muertos.

2° Que los alimentos que más convienen a la planta son precisamente las sales que se han indicado en el experimento anteriormente citado y cuya mezcla constituye por lo tanto un abono completo.

En dicha mezcla se encuentran efectivamente todos los elementos que la vegetación necesita, excepto el carbono, que lo suministra la atmósfera. En efecto, el nitrato de sosa contiene nitrógeno y sodio; el sulfato de potasa, azufre y potasio; el sulfato de magnesia, azufre y magnesio; el de cal, azufre y calcio; el de hierro, azufre y hierro; el de manganeso, azufre y manganeso; el fosfato de cal, fósforo y calcio; y el cloruro de sodio, cloro. Todos los cuerpos enumerados, menos el cloruro de sodio, contienen además oxigeno como elemento integrante, si bien este elemento lo suministran la atmósfera y el agua con que se humedece la tierra, y que lleva también consigo el hidrógeno necesario; en cuanto al silicio, no es necesario tampoco añadirlo, porque la arena cuarzosa, que constituye el suelo artificial formado, lo está a su vez totalmente por dicho elemento.

Se ve, pues, que habiendo suministrado a la planta todos los elementos minerales que en su organización intervienen, su vida y su desarrollo quedan asegurados. Ahora bien, no es preciso que los elementos suministrados al suelo lo estén en la forma indicada; el nitrato de sosa puede ser reemplazado por otro nitrato o por sales amoniacales, o por materias orgánicas como la albúmina, fibrina, gelatina, etc., que suministrarán el nitrógeno. Los diversos sulfatos pueden ser sustituidos por otras sales de las mismas bases, principalmente por los carbonatos, siempre que quede algún sulfato para dar al suelo la cantidad de azufre indispensable; el fosfato de cal puede ser reemplazado por otros fosfatos, y especialmente por los de amoniaco, potasa y magnesia; y así de los demás compuestos, pues no hay más condición que la de suministrar al vegetal el nitrógeno y los diez elementos minerales ya consignados en formas salinas absorbibles por las ralees y asimilables a la planta, es decir capaces de experimentar, en el interior de ésta, las reacciones químicas necesarias para formar todos los productos que hayan de constituir el vegetal.

Y hay que advertir que éste necesita precisamente todos los elementos de que se trata; de modo, que no basta suministrarle alguno, ni siquiera casi todos: es menester darle la totalidad, para que el vegetal vira y se desarrolle. Esto indica, que así como a un suelo absolutamente estéril (por falta de todos los elementos necesarios al vegetal, o de tenerlos en forma tal que sea imposible la asimilación) es necesario añadirle un abono completo, a una tierra improductiva, por faltarle solamente algunos de los elementos consabidos, se la hará productiva con sólo añadirle el elemento que la falta, y de aquí el uso de los abonos especiales. De lo dicho se infiere que el conocimiento de la composición de las tierras que el agricultor trabaja en una de las bases más positivas para la aplicación de loa abonos, y por lo tanto para practicar un cultivo racional.

Pero el empleo de los abonos no está indicado solamente por la falta en un suelo, en un momento dado, de los elementos necesarios a la vegetación; pues por muy fértil que sea una tierra, el cultivo mismo lleva en si la necesidad de la aplicación constante de los abonos, lo cual se comprende fácilmente. Las plantas toman también del suelo los elementos minerales. Algunos de éstos, como el silicio, el azufre, el hierro, el sodio, el manganeso, el cloro, existen por lo general en cantidades verdaderamente inagotables y además son reemplazados por mil conductos; pero el nitrógeno, fósforo, potasio, calcio y magnesio que las plantas toman de la tierra, no tienen inmediato ni regalar reemplazo, de suerte que su proporción irá mermando en las sucesivas cosechas y llegará el momento en que falte al suelo, o escasee de tal modo que la vegetación sea Imposible o las cosechas sean mezquinas y raquíticas en todo extremo. Entonces se dirá que la tierra está esquilmada, cansada o agotada, y no volverá a ser fértil o productiva hasta que de un modo o de otro se la hayan suministrado los elementos minerales que el cultivo le tomó. De aquí la necesidad de una aplicación constante de los abonos si se ha de Mantener también constante la fertilidad de una tierra. Y en caso de no añadir abonos, o de no añadirlos en cantidad suficiente, no habrá mita remedio que dejar la tierra sin cultivar durante algún tiempo para que entre tanto vayan siendo naturalmente aportados los elementos de que se le privó, la cual es el fundamento de la práctica de los barbechos (V. BARBECHOS), o bien habrá necesidad de seguir al cultivo de una planta el de otra cuyas exigencias sean muy distintas o cuyas raíces tengan longitud muy diferente y vayan a buscar su alimento a capas del suelo no esquilmadas, y de aquí la práctica de la alternativa de cosechas (V. ALTERNATIVA DE COSECHAS). Sin embargo, ninguna de estas dos prácticas agrícolas llena el papel de los abonos.

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