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ABANICO

EL LENGUAJE DEL ABANICO


¿Cuál es, pues, hoy por hoy, el verdadero lenguaje del abanico? ¿Cuál fue el primitivo? No es muy fácil deslindarlo con impecable seguridad: rasgos comunes tienen todos; pero el simbolismo varía en cada población: en Sevilla no es completamente como en Cádiz, ni como en Córdoba y Granada; y en cada población se gloría de una variante muy sutil cada corro de muchachas. Los sordomudos tienen dos clases de alfabetos: una, que requiere movimientos y posiciones de las dos manos; y otra, que sólo necesita los de una sola. También el abanico usa dos alfabetos: el primero parece haber sido tomado del de la dactilología o el de la dactilología procedió del del abanico: ¡tanta es la conformidad que, en general, presentan uno y otro! La primera clase de los alfabetos dactilológicos, la de dos manos, se subdivide en varios sistemas, uno de los cuales consiste esencialmente en tocar con el pulgar de la derecha cualquiera de los puntos de la mano izquierda asignados a las letras. Pues el alfabeto análogo del abanico consiste en señalar con el extremo de los padrones alguno de los sitios de la mano izquierda.

Como se ve, aquí la ortografía ha tenido que ceder a la velocidad: el abanico no entiende de bees ni de vees, ni sabe lo que es la q ni la x ni la z: la ñ se hace con dos nn, etc. Este sistema coincide con el anterior en destinar a las vocales las puntas de los dedos, y a las consonantes las falanges de los mismos; pero cada muchacha lo modifica luego a su capricho, y ora las vocales bajan a la palma de la mano, ora son reemplazadas por movimientos especiales del abanico, ora por aberturas y cierres convenidos. Con sólo variar el sitio de las vocales, se hace ya imposible sorprender de improviso una conversación; y, por lo mismo, las vocales y la s son las letras que con más frecuencia cambian de domicilio. La paciencia descifra toda clave secreta, porque la paciencia dispone de tiempo a su placer; pero nadie improvisa una interpretación.

Aunque ininteligible para los no iniciados, el sistema que requiere el uso de las dos manos es demasiado primitivo, porque muy pronto la contradanza de los padrones en los dedos deja ver que algo se está hablando; y el femenil disimulo goza en que ni aun siquiera sean sospechadas sus malicias. Así, pues, este alfabeto del abanico, aunque siempre en uso, especialmente para las frases cortas, no es ni ha sido nunca el alfabeto sagrado de la intimidad; y, así como la dactilología presta mucha luz a los orígenes del alfabeto que requiere ambas manos para el simbolismo del abanico; así también el alfabeto campilológico sirve para precisar el lenguaje especial del abanico cuando éste se gobierna con una sola mano.

Las andaluzas enseñaron este alfabeto a los hombres, para que con los bastones o los báculos respondiesen a sus preguntas hechas con el abanico. El alfabeto de este lenguaje fue muy usado en Cádiz, San Fernando y Gibraltar del 23 al 33 entre los patriotas perseguidos; los cuales le impusieron el bien pedantesco nombre de campilología (del griego báculo, cayado). Este lenguaje consistía en dos ideas solamente, por cierto que, aunque muy sencillas, de ingenio sumo: 1º en mostrar según cuatro orientaciones diferentes un objeto no simétrico en todos sus sentidos, un báculo, por ejemplo, de donde salió campilología; y 2º en hacerlo tomar cinco posiciones distintas en cada orientación. De este modo, pudieron obtenerse 20 signos diferentes, con lo que sobraba para figurar las letras del alfabeto. En cada orientación había de aparecer el objeto una vez vertical, otra inclinado hacia delante, otra inclinado hacia la izquierda, otra hacia el pecho del que hablaba, y otra hacia su derecha; con lo cual se tenían cinco posiciones para cada orientación. Siempre una orientación correspondía a las vocales, y las otras tres a las consonantes y al signo interrogativo.

En vez de báculos se emplearon bastones con borlas a un lado, chivatas de toros, las cepillas para encender los cigarros, que, a falta de fósforos, había entonces en los cafés, llaves, pipas, dijes o sellos de reloj, libros o cuadernos; en fin, cualesquiera objetos en que, por su falta de simetría, fuesen visibles cuatro orientaciones diferentes, y en cada orientación cinco posiciones perspicuamente distintas. Los liberales mantenían el sigilo de este alfabeto especial, y su pureza; pero también a veces algunos lo alteraban de modo conocido de ellos solos. Así, inventaron una dactilología especial, que, habiendo empezado siendo secreto entre muy pocos, fue luego alfabeto común entre todos los adeptos. Ya no hubo en ella orientaciones, sino SÍMBOLOS de orientación.

La primera orientación se indicó con la mano cerrada; la segunda con un dedo cualquiera extendido; la tercera con dos dedos, y la cuarta con la mano abierta. Las posiciones de cada simbolizada orientación continuaron, como antes, siendo inclinaciones al frente, a la izquierda, hacia el pecho y hacia la derecha: la mano a la altura de la tetilla indicaba la vertical. Esta dactilología de posiciones, ejecutada, como lo era, con una cualquiera de las dos manos, imitaba mucho el accionar de los interlocutores, y más si se practicaba despacio y sin afectación. ¡Ay! Ya no quedará acaso ninguno de la generación entusiasta que se servía de tales signos para burlar las pesquisas de la fanática policía que los perseguía a muerte sin tregua ni descanso; y sólo algunos de los entonces neófitos, a quienes confiaron el secreto, conservará entre sus recuerdos de niño la clave del sistema, revelada, por exigirlo la necesidad y lo apremiante de las circunstancias, en días de zozobras y de lagrimas, de destierros y suplicios.

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